Después de desayunar un panecillo con lo que pensaba que era una pasa gigante pero en realidad era cacho aceituna gigante, di mi desayuno por finalizado.
A las 8 de la mañana salía nuestro autocar dirección Ciudadela de Amman. Allí conocimos al guía Omar, un tipo que podría pasar perfectamente por un argentino. Es más por un argentino llamado Messi pero más alto, más grandote y en baja forma. Sí, damos y cabelleras, el Messi jordano nos enseñó su país.
La Ciudadela está situada en una de las colinas de la ciudad. Como no, los jodios romanos estuvieron allí y dejaron sus trastos. Destaca un templo dedicado a Hércules y se sabe de la existencia de una estátua dedicada a este héroe que era muy aaaaaalta muy alta (se nota que no me acuerdo de la altura?) y de la que solo queda un codo y una mano.
Entramos al museo arqueológico y compramos una botella de agua de 1,5 litros por medio dinar (buena compra).
Desde la Ciudadela se ve el barrio pobre y nos reconfortó saber que con el dinero de los turistas se pudo pintar las fachadas de las casas para que dieran mejor impresión a nuevos turistas. Si es que la inversión pública funciona allá donde vayas.
De allí nos movimos en autocar a 23º al Teatro Romano, a esa hora ya marcaría los 32º. Está muy bien conservado y restaurado. Nos imaginamos una buena obra de 5 minutos pero con mucho pathos sentados en lo alto del teatro que era donde se sentaban la chusma y las mujeres (redundancia).
Recorrimos la calle comercial de los pobres (por supuesto en autocar) donde se puede comprar comida, bambas NIKE, relojes de oro y calzoncillos y calcetines de segunda mano.
Llegamos a Jerash a 23º en el interior del autocar y ya en el exterior se podría cocinar un huevo frito en cualquiera de las rocas que están tiradas por ahí. Ahora en serio, nos gustó mucho la visita aunque hacía un calor horrible. A otros compañeros no les gustó tanto; no sé si sera por nuestra imaginación que ralla en lo enfermizo pero es que vemos las ruinas de la ciudad greco-romana y nos imaginamos la ciudad intacta con su tráfico, sus leyes, sus templos, los ciudadanos ricos y pobres, sacerdotes y guardias.
Comimos en el único restaurante de Jerash y a pesar de ser turístico, nos gustó muchísimo. Los arroces, cus-cus, salsas y pan estaban buenísimos.
Repusimos energías y nos dimos el machacón recorriendo toda la ciudad con las explicaciones de Omar.
A pleno sol y con 40º pudimos disfrutar Jerash y de vuelta al autocar de 22º...
De allí fuimos al castillo de Ajlun que perteneció a Saladino y he de decir que nos maravilló. Omar explicaba de forma resumida las batallas entre cruzados y musulmanes y a nosotros se nos caía la baba mientras recorríamos el edificio y descubríamos las trampas que tendían a los cristianos cuando intentaban alcanzar el castillo.
Cuando llegamos al hotel sudando como gorrinos, nos duchamos y preparamos para cenar por última vez en el Ramala Hotel. Por tercera vez cenamos exactamente lo mismo que las otras dos noches (uffff) y quedamos con el resto para atacar nuevamente la noche de Amman.
viernes, 27 de agosto de 2010
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