Aldo Moro, o, la capacidad de sorpresa

Desde que tuve que resignarme a que este año no me matriculaba, estoy continuamente recordando buenos y curiosos momentos que pasé en las aulas: segundo día de lingüística, Sebastià Serrano mira a sus alumnos  durante un par de minutos en silencio, con esa mirada bonachona y sonriente y empieza a hablar "estic pensant que d'aquí a 20 anys el 75% d'aquesta classe patirà malalties mentals. Així que un dels meus consells és que cada dia dediqueu 5 minuts a abraçar-vos a un arbre. Jo ho faig cada dia. Bé, comencem la classe...".
En contra de lo que se pudiera pensar, nadie creyó que estaba equivocado, no no. Después de pensar "ojalá yo y los míos formemos parte de ese 25% sano" (es un decir, claro, nadie está completamente bien de la azotea) intenté visualizar el árbol más cercano a la salida de la clase...
Lamento darme cuenta de que ya formamos parte de esa mayoría: 7 años más tarde de ese aviso, el otro día estuve contando con Regi y Pedro todos los tocs que reunimos entre todos :(((

De la locura de unos jóvenos adultos paso a la sensatez de una madura bastante cuerda: como mujer que nació a mediados del siglo XX, se puede decir que mi madre ha visto y vividos muchísimas cosas. Se podría decir que ya no le puede sorprender casi nada. Y lo que le sorprende no le causa ni frío ni calor, se queda con su cara de "a mí qué me van a contar...".
Con una madre así, puedo afirmar que no tiene precio el soltarle a bocajarro que a Aldo Moro lo van a beatificar...
Gracias, gentuza del Vaticano, por conseguir ver cómo mi mamá frena en seco su paso, se le frunce el ceño y abre su boca mientras intenta vocalizar un "CÓMO!!!???"

¿Qué será lo que tenga que pasar cuando nosotros a su edad nos sorprendamos de esa manera? :O