Si siguen con obsesión enfermiza este blog, sabrán que entre otros quehaceres soy investigadora, científica, mujer de ciencia, vamos de las típicas que van con bata blanca (que insinuan un escote de vértigo), gafitas intelectualoides y que bizquean al mirar por el microscopio.
Me gusta analizar todos los seres que me rodean, es decir: la vida en mi pecera, las plantas que no sé porqué carajos se nos mueren siempre y a ese hombre del Renacimiento al que solemos llamar Pedro.
Pero ahora mis investigaciones se han desplazado geográficamente. El campamento base lo he instalado en casa de mis papas. Pero no se alarmen, no voy a dedicarme a estudiar con profundidad a los locos de Aragón, todavía no estoy preparada para ello. (poh)
Me he dedicado a estudiar una cosa mucho más pequeña, inquieta, pesada y rubiales. Sí, el objeto de mi estudio ha sido mi sobrino Pablo que ha venido a alterar el ritmo de vida de los galvancios luneros de Barcelona. Por supuesto, ha venido acompañado de sus padres y su hermano Jordi, pero he descartado a estos sujetos. Los criterios de mi selección han sido rigurosos y estrictamente científicos: me ha dao la gana.
Ya que el instrumental con el que acostumbro a trabajar se me olvidaba en mi casa, como mujera eficienta y comprometida con la ciencia he tenido que improvisar sobre la marcha. Y otra vez no me decepcioné: aproveché la super oferta de 2 Calipos por un euro (y después de haberme visto obligada a ceder gran parte de mi mercancía a mi padre) me puse manos a la obra.
Aprendí que el chantaje no conoce de edades, de sexo ni de nacionalidades. Y es que por un mordisquito de Calipo conseguí más besitos que nunca!
Continuaré publicando mis interesantes conclusiones en posteriores entradas.
miércoles, 27 de julio de 2011
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