Y no es dulce condena, ni mucho menos. Año tras año resulta ser una condena más agria y amarga. Ya no puedo aprender más. Es cierto que he aprendido mucho y que me ha dado muchas tablas. Sobre todo para tratar a indeseables que se creen que están por encima de una curranta. (Comentario agrio, no puedo evitarlo: el simple hecho de pensar en esta biblioteca y todo lo que hay en ella me agria; yo no quiero ser así).
Los que me conocen saben cuánto me afecta estar aquí y dicen lo que tendría que hacer: dejarlo. Tienen toda la razón del mundo y yo me pregunto mil veces ¿por qué no dejo esta mierda? Porque me compensa, pero sólo me compensa económicamente.
Ayer, mientras nos tomábamos una rica cervecita en una terraza que descubrimos en Gràcia, me di cuenta de algo que no me gustó nada. Lo que estoy ganando no lo necesito para vivir. Sólo lo necesito para nuestros caprichos, es decir, estoy jodiendo nuestra calidad de vida (la de Pedro también) por dinero. Nunca pensé que yo fuera una de esas personas que antepone el dinero al placer, pero mira tú por donde, lo soy. Si no trabajara aquí, viviríamos con menos, pero viviríamos.
Lo curioso es que no nos dimos cuenta hasta anoche, siempre habíamos pensado que este dinero ayudaba a pagar la hipoteca y cubrir las necesidades. Pero, mientras sosteníamos nuestras cervezas de importación preparados para saborearlas otra vez, él comentó distraido "si no trabajaras aquí, no tendríamos caprichos, pero viviríamos perfectamente", repetí exactamente lo que él había dicho y de repente no nos apeteció dar otro sorbo a la cerveza. Por suerte (ejem ejem) como habitantes del primer mundo hicimos muy bien lo que todos sabemos hacer cuando leemos la prensa: pasar página. Pedro volvió a coger la botella y me señaló el local "esto no lo podríamos hacer, tampoco irnos a cenar ni pagar nuestros caprichos y pasiones".
Ni mucho menos nos vamos a tomar algo y a cenar cada semana, la mayoría de las veces nos compramos las cervezas, el vino y la comida en el super y luego nos montamos unas cenas chulas chulas en casa y nos encanta. Nuestras pasiones son necesarias y vitales: para él, la musica; para mí, filología.
Ahora bien, nuestros caprichos... Sabemos que podríamos prescindir, que no nos aportan gran cosa para ser felices y que nos convierte en esclavos y productores de este mundo ajquersamente capitalista e insolidario.
Yo, Monchi, aseguro que este será mi último curso en esta biblio
(a no ser que me quede en el paro, claro)
sábado, 29 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Creo ya habertelo dicho en alguna ocasion, lo superfluo es imprescindible (mola pero no es mio, sera de wilde o de algun otro genio). Y siempre he creido que te lo montaste mal en la biblio, currando en dos teniais que haber hecho inmediatamente el famoso numero de bibliotecaria buena y bibliotecaria mala...la eleccion esta a vosotras, claro que hay que elegir bien quien es quien ya que en un momento de la peli (Biblioteca confidentia) hay que agarrar cabeza abajo a un procurador del estado de california.
Besos TT
PD: creo que he ido demasiado al cine...no me arrepiento!
Publicar un comentario