Mañana hará una semana y aún no he sentido ninguno de los síntomas. Tanta psicología para nada. Aunque no pongo la mano en el fuego, quizás en unos días empezaré a notar los primeros síntomas. Quizás al principio sea tan imperceptible que no me de cuenta pero en el momento que sea plenamente consciente que algo me falta será que yo también soy una afectada más por el Síndrome de Estocolmo.
Ahora está en Roma, pero conociéndolo como lo conozco, ya estará pensando en irse al aeropuerto a falta de 20 horas que salga el avión rumbo Santiago de Chile.
Echaré de menos sus cabreos, sus malhumores y su cabeza apoyada en las manos cuando algo no le gusta? Eso seguro que no. Hay que reconocerlo: mi padre es el típico cascarrabias, pero me quedo con unas cuantas cosillas positivas:
Cuando le pica la espalda sólo necesita acercarse a la columna jónica que tenemos en medio del salón o a cualquier marco de puerta y cual oso no perezoso con los árboles él se quita esa incómoda sensación de no llegar a rascarse en la inalcanzable espalda. (vale, la columna no es jónica pero es la jódida columna que me impide ver la tele mientras como. Lo cual tampoco no está tan mal porque que durante 26 años haya tenido que estirar el cogote para poder ver cualquier evento televisivo me ha proporcionado este cuello de cisne :D)
Es él quien le pone nombre a mis amigas: que si patri girl, que si la ronquita, que si la hija de los médicos... y sólo de esa forma las conoce. Sus nombres y apellidos no son más que anecdóticos para mi padre.
Qué más qué más: me encanta pillarlo hablando con sus queridas plantas del patio y terrado. Porque sí, damos y caballeras, no me avergüenzo de anunciar que mi padre habla con las plantas.
Un pequeño recuerdo: un terrible día del verano del 89 tuvimos que recorrer un largo trayecto sin árboles y sin sombra para llegar a casa de mis tíos, ubicada en una urbanización recién construida a las afueras de Roma. Él asustado porque veía que yo en un momento u otro me iba a dar un soponcio buscó en la bolsa de la compra una caja de espinacas congeladas y me la plantó en la cabeza. Así fue como él y las espinacas me ayudaron a superar todo el camino.
oh oh, me parece que el síndrome se apodera de mi.
martes, 20 de febrero de 2007
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3 comentarios:
Oh qué tierno!
Estonces las cosas con tu papi ya están mejor? Pues me alegro mucho!
Es jubilado? No hay nada como ser jubilado macho, que puedes tirarte viajando de un lado para otro cuando quieras. Con razón cuando a mi sobrino le preguntaron en el cole que quería ser de mayor dijera el niño "jubilado".
Por cierto esa columna jónica o cojónica que tienes en medio del comedor me sirvió para hacerme una foto sesi en su tiempo, verdad Lisa?
Muy bonito! Me ha gustado mucho esta entrada. Me gustaria tener una columna en casa, no se por que pero creo que da prestigio jajaja
Wola! escribo un resumen de los blogs leidos...ah, dablin! jooooo ya no te quieres marchar conmigo??? buaaaaa
ay papito ingenioso! los papas son pesaos y gruñones (bueno, algunos mas q otros cierto es) y aunq nos saquen de quicio (al menos conozco dos nenas q sienten eso y una soy yo)les queremos y q extraño es. pero me sigue dando rabia ser siempre yo la que cede brrrrrrrr...
me mola eso de las espi en la "cabesita"
y sitios raros...mmmmm nop! mu tradicionalita soy
pd. me voy a comer jamon
pd.2 no viene a cuento monsi pero...q joven esta la miranda!
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